Hoy 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer, antes llamado Día de la Mujer Trabajadora, debido a la decisión de la ONU de institucionalizarlo en 1975. La ocasión recuerda y rescata la lucha de la mujer por su participación -en condiciones de igualdad con el hombre- en el trabajo, la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona.
En Chile queda mucho por hacer, tareas que las mujeres de las nuevas generaciones deben asumir con fuerza y presión para hacer valer su rol como ciudadanas con derechos. Nunca ha sido fácil, bien lo sabemos. Invisibilizadas en el hogar desarrollando trabajos no remunerados y reconocidos. Dado lo anterior, la incorporación al mundo del trabajo remunerado sigue con pendientes… y no por falta de voluntad o capacidades de las mujeres.
Pese a los significativos avances de los últimos años, las barreras sociolaborales persisten, entre estas: el cuidado de los menores en periodo no escolar, los horarios de trabajo asociados a oficios específicos, la inequidad en las remuneraciones mujer-hombre en un mismo puesto, la falta de oportunidades para ejercer cargos directivos y/o de representación, son algunos de los factores que mantienen y reproducen condiciones que limitan el desarrollo integral de las mujeres, eso, sin mencionar el machismo, violencia intrafamiliar y de género, al que estamos permanentemente expuestas.
Desde la perspectiva del trabajo, a nivel mundial, apenas el 50% de las mujeres en edad de trabajar están representadas en la población activa, frente al 76% en el caso de los hombres. En Chile, sólo un 48% de las mujeres tiene trabajo remunerado.
Socialmente, la incorporación laboral de las mujeres no se ha visto acompañada de una reorganización de las funciones en el ámbito doméstico. Es muy marcada la desigualdad en las responsabilidades asumidas por hombres y mujeres en las labores de cuidado de la familia. Una vez insertas en el mundo del trabajo, se enfrentan a una situación de doble jornada laboral, lo que va en directo desmedro de la permanencia en el tiempo en un empleo formal, dado el desgaste y cansancio físico y emocional que implica esta situación.
Sabemos el impacto positivo que tiene en la vida de una mujer y de su familia, acceder a un puesto de trabajo estable, digno y protegido, en términos de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), un “trabajo decente”. Lo escuchamos de sus propias bocas cuando finaliza alguno de los Programas de formación e inserción laboral que desarrollamos y, eso, nos motiva y compromete a seguir trabajando y contribuyendo a su bienestar, plenitud, autonomía, empoderamiento y felicidad.
Tenemos mucho por avanzar, pero es posible. Saludamos en su día a todas las mujeres fantásticas.
Erna Ugarte Romero
Directora Ejecutiva Fundación Trabajo para un Hermano